viernes, 18 de diciembre de 2015

Aprendí.

Aprendí a no juzgar las acciones de los demás sin conocer los porqués, las situaciones, los momentos, las circunstancias...
Aprendí que los principios se pueden ver de más de un modo.
Aprendí que el jamás será, a veces es, incluso más de una vez.
Aprendí a verme de otro modo.
Aprendí a darme cuenta de que aunque lo desees tanto hay que pensar en las consecuencias, en las mías, en las suyas y en la de los demás.
Aprendí de llorar, de reír, de soñar.

Aprendí a no suponer.
Aprendí a interpretar las palabras literalmente.
Aprendí que te dan a entender lo que quieren que creas.
Aprendí a parar y pensar las cosas despacio.
Aprendí que ilusionarse es inevitable pero que acaba doliendo.
Aprendí que la gente egoista puede hacer mucho daño, mucho.
Aprendí a ir detrás de lo que quiero pero teniendo un límite siempre, la dignidad.
Aprendí que las sonrisas son muy importantes y pueden alegrate el día pero pueden amargarte la vida.
Aprendí que mis razones son lo más importante y que no hace falta que las sepan los demás.
Aprendí que tengo que vivir conmigo misma toda mi vida, con mi conciencia.
Aprendí que mi vida sigue y tengo que seguir aprendiendo...

1 comentario:

  1. Nunca hay una verdad absoluta, aunque nos empeñemos en que la nuestra es la única válida. Posiblemente la vida es un aprendizaje contínuo, aunque muchos se empeñen en que lo saben todo y que lo han vivido todo también.

    Y aprendemos, tarde pero lo aprendemos, que lo único que tenemos es a nosotros mismos, porque mi "yo" es el único que estará conmigo hasta el final... y se irá conmigo. Y queramos o no, estamos condenados a entendernos (mi yo y yo).

    Lo malo es cuando olvidamos de seguir hacia adelante y nos convertimos en peonzas.

    Y mañana a votar. Lo que cada uno quiera, pero a votar. Que ese derecho (y obligación) no lo tuvimos siempre.

    Besos.

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