miércoles, 2 de diciembre de 2015

Anoche.



Anoche cogí la banqueta de madera y subí sus 2 peldaños, alargué los brazos hasta el altillo del armario y abracé, de nuevo, mi caja de recuerdos.

Estaba envuelta en papel de colores, de corazones de cuando era niña.

Quité el lazo que hace años utilicé para cerrarla, era un lazo de esperanza de una vida feliz.

Encontré mi vieja brújula, esa que siempre utilizo para orientar mi vida, he vuelto a utilizarla, la pongo en la palma de mi mano y la elevo hacia lo más alto que puedo, miro al cielo y parece que mi vida vuelve a encontrar el camino perdido.

Saqué también 2 alitas de ángel que me regalaron siendo niña, esas que me sirven para sobrevolar los problemas cuando no soy capaz de enfrentarlos, intento volar por encima de ellos, así viéndolos desde arriba, no me parecen tan importantes y puedo seguir adelante. Incluso he llegado a derrotarlos, a veces.

Volví a encontrar mi sobre de caramelos de sabores,
A Fresa como el sabor del amor
A Limón como el sabor de la decepción
A Menta como el sabor de la sensatez, esa sensatez que, según mucha gente, debería utilizar más.
Qué razón deben tener.
Hoy he vuelto a recordar también esos sabores.

Encontré también mi frasquito de colonia, lleno de gotas de paciencia, para echármelas encima cuando estoy al límite de ella.

Escarbando en el fondo de la caja encontré mi foto de bebé, que me hace sonreír cuando la miro, durante unos minutos, y ver una luz de esperanza al final de todo.

Hoy, por un pequeño instante, he vuelto a recordar aquella inocencia con la que un día cerré mi caja y a la que aún de vez en cuando vuelvo, cuando estoy algo perdida y no veo claro el camino.

Luego metí todo lo que había sacado y volví a cerrarla.
Espero que pase tiempo hasta que tenga que volver a abrirla...

2 comentarios:

  1. Hay veces que necesitamos agarrarnos a esa caja que casi siempre mira hacia un tiempo lleno de inocencia y olvido. Cuando aún creíamos en cosas, cuando todavía teníamos algo llamado esperanza. Cuando nuestro color favorito era el más importante y no ese otro que vemos cuando miramos a nuestro alrededor.

    Pero ¿sabes una cosa?, y lo digo yo que siempre ando chapoteando entre alguna luz y los infiernos: siempre hay una ventana a ras de suelo por la que salir al aire limpio. Búscala, porque la hay.

    Te cuento un secreto: cuando volví por enésima vez a mi blog pensé en soltar sapos y culebras, poniendo a todo el mundo que me había hecho tanto daño donde merecían. Y así lo hice el principio, hasta que me di cuenta que no me servía de nada: ni el callármelo ni el decirlo. Ahora hablo de otras cosas en ese blog, porque no quiero que lo más importante en mi vida sean "ellos". No lo merecen.

    Un abrazo grande grande. Y escribe, de lo que quieras, pero escribe.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, siempre gracias por tus palabras.
    Yo no valgo para soltar sapos y culebras, ojalá pudiera hacerlo pero me lo guardo y así me pasa, que a veces se me hace bola.
    Un beso enorme.

    ResponderEliminar